Carlos Ahumada es de las personas que más experiencia tienen con el Simapro en Chile. Lleva al menos diez capacitaciones en el cuerpo. Como facilitador ha capacitado a unos doscientos trabajadores y, como periodista e historiador, ha trabajado en la confección de GAEC y en la redacción de la "Sistematización de la experiencia en el sector frutícola exportador nacional", recientemente publicada. "Lo más importante es la innovación de lo que significa Simapro. Para mí significó todo un cambio de mentalidad respecto a cómo clasificar el trabajo", reflexiona.
¿Cómo ha sido la evolución del Simapro en Chile?
Creo que de a poco en Chile se está comenzando a incorporar un cambio de mentalidad, por lo menos en las empresas que han aceptado el desafío del Simapro. En qué se nota: en la calidad de las guías y en que hay empresas que es segunda o tercera vez que lo están aplicando. En el valle de Copiapó hay mucha gente que sabe lo que significa Simapro. A pesar de que en su empresa no se haya aplicado, ya saben que se está aplicando una cosa nueva, distinta. Y eso está provocando interés, en todo sentido.
¿Qué cambio se produce entre el comienzo y el final de una capacitación?
El primer cambio es conductual. Las personas valoran lo que hacen. Te encuentras con personas de muy baja autoestima, de un nivel educacional bajo. Entonces, cuando llegas con esta capacitación y compartes cuatro, cinco o seis días con ellos –son ocho horas diarias- les vas ayudando a que vayan reconociendo sus competencias, sus potencialidades. Permites que se den cuenta que ellos saben mucho y que como personas son importantes... Hay que pensar que muchas de las personas que trabajan ahí son mujeres. Varias son separadas, fueron madres a los quince años. Te encuentras con familias en que el alcoholismo o la droga están presentes. Familias disfuncionales. Ésa es más o menos la realidad en que te estás moviendo. Y el curso les permite descubrir que también tienen valores. Eso me ha marcador como facilitador.
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